Fratelli d’Italia, l’Italia s’è desta. Elecciones generales 2022


Fratelli d’Italia, l’Italia s’è desta. Elecciones generales 2022

por Indiana Azar1 y Mariana Polizzi2

Las elecciones políticas o generales del 25 de septiembre en Italia son resultado de un complejo escenario socio político, institucional y económico en el denominado Bel Paese, en el que podemos señalar su punto de partida a principios de 2020: como sabemos, Italia resultó uno de los países mundialmente más afectados por la pandemia del coronavirus, dejando miles de decesos y generando graves problemas socioeconómicos y sanitarios, sumado a las diversas protestas sociales en las principales ciudades de la Península.

El caso de Italia, “país de muchos populismos”, otorgó a los principales partidos de la derecha radical (Lega per Salvini Premier y Fratelli D’Italia) la oportunidad de capitalizar políticamente la grave situación que atravesaba el país mediante críticas al gobierno de turno (la coalición giallorossa formada entre el Movimento Cinque Stelle, M5S y el Partito Democratico, PD), al Premier Giuseppe Conte, a la Unión Europea, a las políticas socio sanitarias y económicas adoptadas, a la inmigración y recepción de refugiados, entre otras cuestiones (Zanotti & Meléndez, 2022).

Puntualmente, con la disolución del gobierno Conte Bis y la formación de un nuevo ejecutivo técnico político mediante una coalición amplia encabezada por Mario Draghi, la postura de Meloni y FDI empieza a recortarse en relación a la estrategia política tanto de Matteo Salvini y su LSP como de Silvio Berlusconi y Forza Italia (FI). En este nuevo ejecutivo, Meloni y su agrupación política deciden no formar parte del gobierno, por lo que resultan la única fuerza política por fuera del gran acuerdo de coalición[1], lo que le resultó en un gran margen de autonomía para dirigir sus críticas mordaces a la gestión (y a sus socios de derecha), captando mayor caudal de aprobación política como nunca antes. El quedar como único partido político posicionado en el arco opositor le otorga a Meloni y los suyos una enorme visibilidad y capacidad de juego partidocrático, en el sentido de ser exclusivamente oposición y no necesitar moderar sus posturas, sino por el contrario, radicalizarse para así diferenciarse de LSP y FI.

El gobierno de coalición ampliada (coalizione lunga) encabezado por el Premier Mario Draghi fue sostenido parlamentariamente por los siguientes partidos (a excepción de FDI por supuesto): Partito Democratico (PD), Movimento Cinque Stelle (M5S), Italia Viva (IV), Liberi e Uguali (LeU), Piu’ Europa (+UE), Lega Salvini Premier (LSP), Forza Italia (FI), Azione, Centro Democratico (CD), y Insieme per l’Italia (IxI). Como vemos, el ejecutivo comandado por el ex presidente del Banco Central Europeo (BCE) contó con el apoyo de fuerzas tanto de centro, como de centro izquierda y derecha.

Lo paradójico del caso italiano es que se trata de uno de los históricos miembros fundadores de la actual UE, y el país que más fondos recibió del programa de asistencia postpandémico Recovery Fund, por ser la economía más afectada de la Eurozona. No obstante, esto no impidió que se agitaran vientos euroescépticos entre el electorado italiano, tendencia principalmente apoyada por G. Meloni y su partido de extrema derecha.

Sin embargo, más allá de las críticas que pudieran hacérsele, el gobierno Draghi nació como un ejecutivo de unidad nacional, que enfrenta tres desafíos importantes de cara a la recuperación del país europeo: 1) gestionar los fondos de recuperación europeo, mediante la aprobación de medidas tendientes a recuperar la economía italiana, y asegurar óptimos niveles de empleo y productividad; 2) cumplir con la ambiciosa campaña de vacunación en todo el territorio nacional, dado los estragos que la pandemia del Covid19 ha generado en la República Italiana; y 3) presidir el año italiano del G20 y recuperar tanto el prestigio como la proyección internacional de Italia en el escenario global.

De todas maneras, y siguiendo a M. Ricciardi (2022), “la dificultad de mantener el equilibrio del experimento Draghi, con el correr de los meses, se fue haciendo cada vez más evidente”. Esto se debió a que el ejecutivo comandado por el ex presidente del BCE nació como una misión de rescate y/o responsabilidad, pero carecía de un proyecto político a largo plazo y de una visión coherente, dada la diversidad de partidos involucrados en la coalición gobernante.

Este difícil equilibrio se manifestó, sobre todo, debido a una jugada parlamentaria de uno de los socios más importantes de la coalición, M5S (presidido por el ex Primer Ministro Giuseppe Conte), quienes al retirar su moción de apoyo evidenciaron la frágil cohesión interna de la coalición, más el posicionamiento cada vez mayor del sector centro (izquierda), más precisamente el PD comandado por Enrico Letta, y la disconformidad resultante de sectores vinculados tanto a LSP como a FI, que veían al ejecutivo prácticamente hegemonizado por el PD. Esta situación desencadena en la dimisión de Mario Draghi al frente de la Presidencia del Consejo de Ministros, y su posterior aceptación por parte del Presidente de la República, Sergio Mattarella. Esto virtualmente posiciona al país hacia las elecciones generales del 25 de septiembre del presente año.

Así, es posible advertir el escenario de competencia partidaria entre los principales candidatos de la nación italiana: en el espacio del centro izquierda, el PD y su inteligente líder, Enrico Letta, que ha posicionado al partido socialdemócrata como segunda fuerza política del país, desde su asunción como presidente del mismo en 2021; el “nuevo” M5S presidido por Conte, más el alejamiento partidario de Luigi Di Maio, que funda otra fuerza política en paralelo (Impegno Civico, IC); y la coalición de derecha, que postula a G. Meloni, Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, líderes de FDI, LSP y FI, respectivamente. Como señalamos previamente, el espectacular crecimiento de FDI en las encuestas más recientes plantea una coyuntura muy distinta de la elección general del 2018, con una Lega más moderada, una FI en clara declinación, y el partido de Meloni más radicalizado que nunca, acentuando su agenda política de ultraderecha.

Para comprender los resultados de estas elecciones italianas es necesario ahondar en el origen y funcionamiento de su actual sistema político. Italia es una república democrática constituida como tal luego de la Segunda Posguerra. En 1946 se llevó adelante el referéndum en el cual resultó vencedora la opción republicana sobre la monárquica. Con la sanción de la Constitución Italiana en 1948, nació así el sistema republicano parlamentarista con democracia representativa. Dados los clivajes inherentes a la historia de la identidad italiana, la democracia de consenso fue la respuesta frente a la necesidad de institucionalizar aquellas diversas fracturas internas (Lijphart, 2000), lo que hizo necesario generar gobiernos de coalición en un escenario político italiano que se ha caracterizado por la inestabilidad política.

Comocorrespondeaunsistemaparlamentario,lacentralidadenlapolíticaitalianacorresponde al Poder Legislativo. El Parlamento de la República Italiana está conformado porla Cámara de Diputados y el Senado, y así como la supervivencia del gobierno precisa de laconfianza de ambas cámaras; la legislación también necesita la aprobación de ambas. Sinembargo, puede presentarse un voto de censura desde una sola de las dos cámaras, una reglaquesesumaalainestabilidaddelgobiernoenItalia.A partirdel referéndum de20203, se ha concretado la reducción del número de parlamentarios, lo que ha generado que de los 630 diputados originales (12 son elegidos en el extranjero), se haya pasado a 400 diputados (8 elegidos por el voto transnacional. Por su parte, los 315 miembros que componían la cámara alta, el número se ha reducido a 200 senadores elegidos en base a las 18 regiones que componen el país, y otros 4 elegidos por las circunscripciones en el extranjero.

El ejercicio del Poder Ejecutivo se articula entre el Presidente de la República como Jefe de Estado y el Presidente del Consejo de Ministros (también llamado Premier o Primer Ministro) como Jefe de Gobierno. La presidencia de la República es la posición más alta del Estado italiano, y fue definida como un «símbolo de unidad nacional». A diferencia de otros Jefes de Estado con funciones preeminentemente protocolares, el perfil que se le asignó al Presidente de la República Italiana tiende a ser el del árbitro4 del sistema. El cargo dura siete años y actualmente es ocupado por Sergio Mattarella desde 2015. Entre las prerrogativas del Presidente de la República se encuentra la capacidad de disolver una o ambas cámaras, no pudiendo ejercer esta facultad en los últimos seis meses de su mandato, salvo que coincidan en todo o en parte con los últimos seis meses de la Legislatura.

Es el Presidente de la República quien nombra al Presidente del Consejo de Ministros, a menudo, dentro de los partidos que tienen mayoría parlamentaria. Después del nombramiento, el presidente del Consejo propone al Presidente de la República los nombramientos de los ministros con los que formará el Consejo de Ministros, quienes en última instancia tienen que ser refrendados por el Capo dello Stato. De hecho, esta potestad del Presidente de la República ha generado momentos de bloqueo en legislaturas pasadas. Fue el caso en 2018, cuando una vez confirmada la coalición entre el Movimento 5 Stelle y la Lega; Mattarella vetó la candidatura de Paolo Savona al frente de la cartera de Economía por ser un reconocido euroescéptico.

La legitimidad del Presidente del Consejo emana del Parlamento, por lo que la duración de su mandato es indefinida, ya que depende de la confianza de ambas cámaras. Pero el Parlamento puede presentar una moción de censura que deben firmar al menos una décima de los componentes de la cámara en la que se presente. Si la moción se aprueba, el gobierno o el ministro contra el que se ha propuesto la moción tiene que dimitir. La aprobación de la moción de censura conlleva a la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones.

Sin embargo, el sistema político italiano cobra particular relevancia a la luz de las sucesivas reformas electorales que se han llevado adelante en el país a partir de la Segunda República italiana, término acuñado para definir el sistema de partidos que se consolidó luego de del derrumbe político que generó el escándalo y posterior proceso judicial de Tangentopoli, en el cual estaban involucrados todos los partidos que habían gobernado Italia durante más de cuarenta años.

Entre 1993 y 2017 se sucedieron cuatro reformas5 políticas Mattarellum (1993), Porcellum (2005), Italicum (2015) y Rosatellum (2017). Estas diversas reformas, influidas por el escenario político de turno, buscaban premiar o castigar a las fuerzas políticas minoritarias. El Rosatellum significó el retorno de los sistemas electorales mixtos, como había sido el caso del Mattarellum, combinando la asignación de escaños proporcional y mayoritaria. Fue utilizado por primera vez para las elecciones de marzo de 2018, que tuvieron como corolario el nacimiento del Primer Gobierno Conte (2018-2019). Los escaños que corresponden a la lógica mayoritaria son 147 en la Cámara de Diputados y 74 en el Senado. Bajo la lógica de first past the post, la primera mayoría se queda con el escaño. Las otras 245 y 122 bancas, respectivamente, responden al criterio proporcional, por lo cual la asignación se desprende del total de votos. Una innovación de estas elecciones fue la incorporación de los votantes de a partir de 18 años para la elección de los senadores, esta modificación fue introducida a partir de una reforma constitucional del año pasado6.

Los resultados electorales de la elección del 25 de septiembre no hacen más que confirmar las características particulares del sistema político italiano: se trata de un armado institucional especialmente fragmentado y polarizado, en donde la ley electoral actual (Rosatellum) incide directamente en la conformación tanto de la Camera como del Senado (por tratarse de un sistema mixto), otorgando un premio de mayoría a la coalición que alcance el 40% del resultado proporcional. También es importante destacar una abstención electoral del 41%, siendo la elección menos concurrida en la historia de la República, sobre todo evidente a nivel meridional (Sicilia, a su vez, celebraba elecciones regionales).

Según datos oficiales del Ministero dell’Interno, la coalición de derecha conformada por FDI, LSP y FI alcanza el 44,27% de los votos, seguida por la de centro izquierda (PD, Verdi, SI,+UE, e IC) con el 26,40%, el nuevo M5S presidido por Conte, con el 14,9%, y la alianza entre IV de M. Renzi y Azione de C. Calenda, que alcanzan el 7,7%. Los partidos que no ingresan al parlamento italiano en esta elección política son Italexit, Italia sovrana e popolare, y Unione Popolare. Veamos ahora caso por caso entre los partidos más destacados.

La gran ganadora de esta elección es, sin dudas, Giorgia Meloni al frente de FDI: no sólo porque el porcentaje electoral alcanzado (+26%) supera el de los últimos sondeos previos a la elección, sino también porque el partido de la lideresa romana desbancó virtualmente a los hegemónicos LSP y FI, conducidos por Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, respectivamente. En tanto, la coalición de derecha obtiene 263 diputados y 138 senadores, lo que refleja una clara mayoría en ambas cámaras. La Lega de Salvini muestra un evidente declive respecto a los resultados electorales de 2018 y 2019, alcanzando actualmente un +8%, lo que le dificulta las cosas al interior de su propio partido. Y FI de Berlusconi alcanza un escueto +7%, lo que refleja una vez más la pérdida del liderazgo de la derecha italiana.

En segundo lugar, la coalición de centro izquierda, con el PD de Enrico Letta a la cabeza, obtiene 118 bancas en la Camera y 60 senadores. La división que evidenció el bloque al presentarse a esta elección, le reporta en menor cantidad de miembros parlamentarios que el tercer partido político de Italia, el M5S. Letta, por su parte, reconoció el resultado electoral (-20%) y adelantó el Congreso del PD, a fin de elegir un nuevo presidente para 2024.

Asimismo, debemos considerar los resultados de M5S y el eje IV-Azione. Por un lado, con el porcentaje obtenido por el partido conducido por Giuseppe Conte, esta fuerza política se confirma como la más votada en Sud Italia. En cuanto a los partidos de Renzi y Calendo, al obtener un porcentaje inferior al 8%, queda en el olvido el proyecto de conformar un nuevo gobierno futuro contando con la figura de Mario Draghi. Por último, es importante señalar una abstención electoral del 41%, siendo la elección menos concurrida en la historia de la República, sobre todo evidente a nivel meridional (Sicilia, a su vez, celebraba elecciones regionales).

(1) Indiana Azar es politóloga (UBA) y docente (UBA/USAL/UCASAL). Maestranda en Sociología Política Internacional (UNTREF). Análisis y difusión de temáticas internacionales en medios de comunicación
(2) Mariana Polizzi es politóloga (UBA) y Docente (UNGS). Doctoranda en CS. Sociales (IDES UNGS CONICET). Ex Investigadora visitante (UniBo).

Notas

3 A partir del referéndum, se aplicaron enmiendas a los artículos 56, 57 y 59 de la Constitución relativas a la reducción del número de parlamentarios. https://www.riformeistituzionali.gov.it/it/la-riduzione-del-numero-dei-parlamentari/

4 Cotta, M., & Verzichelli, L. (2008). Il sistema politico italiano. Il mulino.

5 A finales de 2005 se desarrolló otro proyecto de reforma, el llamado Consultellum o Legge Calderoli. Aún permaneciendo vigente hasta el 2016, momento en el que fue sustituido por el Itallicum, la ley electoral resultante de esta reforma nunca fue utilizada.

6 Previamente para votar al Senado se debía tener 25 años. Italia reduce a 18 años la edad para votar a los senadores. (2021, 8 julio). SWI swissinfo.ch. Recuperado 27 de septiembre de 2022, de https://www.swissinfo.ch/spa/italia-pol%C3%ADtica_italia-reduce-a-18-a%C3%B1os-la-edad-para-votar-a-los- senadores/46770150